lançaEl Ladino

04/01/2013 22:20

 

os judíos fueron expulsados de España el 2 de agosto de 1492, en virtud del Edicto de Granada que establecía la obligación de abandonar el territorio español para todos los judíos, salvo aquellos que se convirtiesen al cristianismo. La mayoría de los sefardíes optaron por el exilio, y casi todos ellos fueron recibidos por el sultán Bayaceto II en el Imperio Otomano. Otra parte se estableció en Marruecos, Holanda y algunos países de Europa Central.

Los sefardíes establecidos en el Imperio Otomano pertenecían a un nivel social y económico en cierta medida superior al de las poblaciones autóctonas, lo cual permitió que éstos conservaran la lengua y la mayoría de sus tradiciones hispánicas por casi 400 años. Algo similar ocurrió en Marruecos, sin embargo, el tiempo favoreció que se originaran dos versiones del español sefardí, el ladino (hablado en los Balcanes) y el haquetía de Marruecos. Por la influencia cultural que tuvo el ladino y desde luego, por el número de hablantes que tuvo, mucho mayor que el haquetía, es considerado un especimen lingüístico muy interesante para filólogos e hispanistas.

La lengua hablada por los judíos españoles antes de la expulsión no difería sustancialmente del idioma español hablado por la mayoría de la población, aunque tuviera en ocasiones rasgos específicos, particularmente el empleo ocasional de léxico hebreo. En las primeras décadas del establecimiento de los sefardíes en la ciudad de Salónica, coexistían varias de las lenguas habladas en la Península Ibérica. Era posible, en los diferentes barrios o Calls identificar lenguas como el gallego, catalán o portugués. Sin embargo, la sustancial predominancia de los sefardíes de origen castellano o andaluz propició que las lenguas anteriores cayeran en desuso, no sin haber ejercido cierta influencia.[1]

El judeoespañol posee una gran cantidad de vocablos de corte “arcaico”, en relación con el castellano actual. Mucho de esto se debe a la falta de dinamismo que tuvo el idioma en los Balcanes, lejos de la “Madre Patria”, cuya lengua se enriqueció y sufrió reformas con el paso de los años. El judeoespañol por su parte, adquirió vitalidad de la lengua turca y griega principalmente, las cuales lo enriquecieron y en cierta medida, modernizaron.

En sus lugares de exilio, los judíos mantuvieron la lengua española porque ésta era un signo de pertenencia a la comunidad judía, y en los lugares donde los sefardíes compartían espacio con los ashkenazíes, como manera de diferenciarse. Incluso en la Turquía otomana, el español hablado por los sefardíes era conocido comoyahudice (literalmente, judío). Un enviado diplomático otomano que visitó España en el siglo XVII, se sorprendía de la lengua hablada en el país, como lo manifestó en una carta escrita a la Puerta Sublime: Curiosamente, en España han adoptado la lengua de los judíos de nuestro Imperio.[1]

Durante siglos, se produjo una abundante tradición oral en judeoespañol, así como una importante cantidad de literatura. En la ciudad de Salónica, primero otomana y más tarde griega, donde la comunidad sefardí integraba el 65% de la población, el judeoespañol era usado como lingua franca en el comercio y en las relaciones sociales entre cristianos, judíos y musulmanes.

El siglo XIX marca un punto de inflexión en el desarrollo del judeoespañol, con un proceso simultáneo de auge y declive. El universo sefardí se secularizó, aumentaron las migraciones y la formación académica en otras lenguas, principalmente el francés, con lo que muchos relegaron el idioma original al ámbito familiar o lo abandonaron definitivamente. Incluso, los sefardíes cultos mostraron su grado de occidentalización integrando palabras francesas o italianas al judeoespañol para darle un carácter más “romance” a la lengua, sustituyendo palabras de origen netamente turco.

El auge del nacionalismo y la consiguiente formación de nuevos estados nacionales presionó a los sefardíes para que abandonasen su lengua en favor de la lengua oficial del Estado. Paradójicamente, los años que van desde 1880 hasta los años 30 del siglo XX son los de mayor uso del Ladino, pues es el momento histórico en que los sefardíes alcanzan su plenitud demográfica. Este mayor uso se refleja también en la producción escrita: se desarrolla la prensa judeoespañola al tiempo que se traducen multitud de obras literarias europeas o se crean otras a su semejanza.

A finales del siglo XIX, se producen también los primeros reencuentros con el castellano peninsular, sobre todo en Marruecos, donde la lengua de los sefardíes adquiere muchos rasgos del castellano moderno. Algunas comunidades sefardíes intentaron que el Estado español asumiera una tarea de reespañolización de los antiguos exiliados, abriendo escuelas y centros de enseñanza superior que contrarrestaran la influencia del francés.

También se intentó que los sefardíes pudieran recuperar la ciudadanía española, sobre todo para ampararlos del desorden y las luchas que se estaban dando en los Balcanes, dada la progresiva desintegración territorial del Imperio Otomano. Como resultado, el 20 de noviembre de 1924 se aprobó un Decreto de Ley elaborado por Miguel Primo de Rivera según el cual los sefardíes tenían derecho a obtener la nacionalidad española. Gracias a esta ley cerca de 40.000 judíos salvaron la vida durante la persecución sufrida en la Segunda Guerra Mundial.

En el siglo XX el judeoespañol experimenta un rápido declive. Por un lado, el Holocausto nazi que aniquiló comunidades enteras, como la numerosa comunidad de Salónica. La exterminación sistemática de la población judía en los campos de concentración es el acontecimiento histórico más duro que sufren las comunidades sefardíes desde la expulsión de 1492.

Por otro lado, las migraciones causadas por la propia guerra y posteriormente por la creación del Estado de Israel propiciaron el desmembramiento y aculturación de las comunidades. En apenas cinco años la lengua Sefardíes perdió al 90% de sus hablantes. Esto significó para el judeo-español dejar de tener un punto de localización reconocible y perder a quienes mejor hubieran podido abrir nuevos caminos hacia la normalización de una lengua: los escritores y creadores literarios.

El mantenimiento del judeoespañol como signo de identidad judía tenía poco sentido en Israel, donde una lengua considerada más propia de los judíos, el hebreo, había sido resucitada como lengua viva. A Israel se trasladaron la mayor parte de los sefardíes de Marruecos, emigrados masivamente en los años 50. Los sefardíes emigrados a países de habla hispana abandonaron rápidamente su lengua en favor del español, y las comunidades de Francia o Estados Unidos lo mantuvieron durante un tiempo, aunque relegándolo cada vez más al ámbito doméstico o de las relaciones sociales.

El número de hablantes de judeoespañol ronda hoy los 150.000. En Iberoamérica hay comunidades donde el ladino y las tradiciones sefardíes han sido parte integral de su historia y cultura, por ejemplo en países como Puerto Rico, Cuba, Bolivia, Brasil, entre otros. En Israel se mantiene una revista en judeoespañol, Aki Yerushalayim (“Aquí Jerusalén”), editada por la Autoridad Nasionala del Ladino y una emisión semanal de radio en la emisora Kol Israel. Igualmente Radio Exterior de España emite el programa Bozes de Sefarad que recientemente cumplió 20 años al aire. Otros medios de comunicación en ladino han ido desapareciendo a medida que menguaba el número de hablantes.

Las comunidades sefardíes más numerosas fuera de Israel están en Turquía, donde hay unos 15.000 hablantes. Ahí mismo, el número de periódicos y boletines emitidos en judeoespañol sigue siendo significativo.

Desde finales del siglo XX ha habido tímidos intentos de recuperación del judeoespañol, sobre todo en Israel. Este judeoespañol académico es un estándar creado a partir de las hablas de los sefardíes. Está, incluso, muy influido por el castellano estándar, del que se ha tomado numeroso vocabulario para sustituir los préstamos turcos, franceses y eslavos.

Actualmente varias casas editoriales, sobre todo españolas, editan libros escritos en lengua judeoespañola. Gad Nasí publicó recientemente su obra editorial En tierras ajenas yo me vo murir: una excelente recopilación de cuentos y testimonios en lengua judeospañola. Igualmente, han vuelto a ser colocadas en el mercado publicaciones como Los Dos Mellizos, novela sefardí publicada por primera vez a finales del siglo XIX y Crónicas de los Reyes Otomanos de Moshé Almosnino, primera publicación formal en lengua judeoespañola.

Libros tanto judíos como de la fe cristiana han sido escritos o traducidos en ladino por eruditos como Frantz S. Peretz. También escritores como Moshe Shaul y Avner Peretz (Perez) han publicado una gran colección de artículos en judezmo.

Como el yidish, el judeoespañol tradicionalmente se ha escrito con caracteres aljamiados.

En la actualidad el judeoespañol se escribe comúnmente con el alfabeto latino, especialmente en Turquía donde sigue las reglas fonéticas del alfabeto estandarizado para el turco moderno, impuesto desde la década de los 20 del S. XX por Mustafa Kemal Atatürk. El uso de los caracteres turcos resulta en la mayoría de los casos, muy útil y práctico ya que se obtienen escritos precisos que se leen tal y como se escriben, sin tener que recurrir a excepciones lingüísticas. Sin embargo, algunas comunidades todavía lo escriben usando caracteres aljamiados (alfabeto hebreo del tipo Rashi), práctica que era muy común y posiblemente universal, hasta el siglo XIX. Aunque los alfabetos griego y cirílico se han empleado en el pasado, hoy día están en desuso.

Tras la dramática pérdida que para las comunidades sefardíes europeas (particularmente en los Balcanes) significó la Segunda Guerra Mundial, la mayor parte de los hablantes de judeoespañol eran judíos turcos. De ahí la importancia que tiene el uso de su alfabeto, que por la coincidencia en la existencia de sonidos estandarizados, subsana de manera muy eficiente la fonética del Judeoespañol. Los siguientes caracteres es común encontrarlos en las publicaciones turcas en judezmo:

  • Ç – [CH] española – Munço – Mucho

  • Ş – [SH] española – Buşkar – Buscar

  • C – [Y] consonante española – Cidyo – Judío

  • J – [ZH] J francesa – Fijo – Hijo

  • NY – [Ñ] española – Kunyada – Cuñada

  • H – [J] española – Haber – Socio

La Autoridad Nasionala del Ladino promueve la utilización de otro alfabeto. Hay también los que, con Jacob M. Hassán, alegan que el Judeoespañol debe adoptar la ortografía de la Lengua Española estándar. Otros, como es el caso de Pablo Carvajal Valdés, sugieren que el Judeoespañol adopte la ortografía usada durante la época de la Expulsión de 1492. La ortografía de ese tiempo se ha estandardizado y ha cambiado eventualmente por una serie de reformas. Finalmente, fue cambiada por una reforma ortográfica en el siglo XVIII. El Judeoespañol ha conservado algo de la pronunciación que a la hora de las reformas había llegado a ser arcaica en el castellano estándar.

Adoptar la ortografía del siglo XV para el Judeoespañol traería nuevamente dentro de existencia la /s/ (originalmente /ts/) – c (antes de e y de i) y ç/z ((cedilla): tales como en caça; la /s/ – ss: por ejemplo en passo y la [ʃ] – x: como en dixo. La pronunciación original de la [ʒ] – g (antes de e o de i) y de la j: como en mujer o gente, sería restablecido y la /z/ (originalmente /dz/) – z: permanecería en las palabras, como enfazer y dezir. El /z/ – s: como en casa, recuperaría su pronunciación bajo esta ortografía también. Se diferenciarían la b y la v, como en el caso del reflejo intervocálico – B -: eg el debe español, del latin debet, volverá a su viejo deletreo castellano deve. El uso de los bigramas ch, ph y th (hoy /k /, /f/ y /t/ en español estándar respectivamente), reformado formalmente en 1803, sería utilizado en palabras como en orthographía o theología. La Q latina ante palabras como enquandoquanto y qual también sería utilizado. El autor Enrique Saporta y Beja aplica intensivamente este tipo de ortografía en sus publicaciones, alegando su alta similaridad con el español.

Sin embargo, el filólogo andaluz Pascual Pascual Recuero hace uso de una ortografía que reproduce con gran exactitud los sonidos del Judeoespañol. Algunos de los caracteres que propone para que sean usados:

  • Ž – [J] francesa

  • Đ – “D” palatizada

  • Ĉ – [CH] española

  • X – [SH] española

Algunos entienden que al usar la vieja ortografía castellana solamente se distanciarán características no-hispánicas del Judeoespañol y crearán problemas que los sistemas fonéticos actualmente solucionan. Sin embargo, la literatura española de la edad clásica y de oro ganaría un renovado interés, un mejor aprecio y entendimiento si su ortografía se utilizara nuevamente.

Sefarad

Los judíos constituyeron en la España medieval una de las comunidades más prósperas de su historia, tanto bajo el dominio musulmán como, posteriormente, en los reinos cristianos, antes de que en 1492 fuesen expulsados por los Reyes Católicos. En la actualidad sólo unos pocos miles de judíos viven en España, pero los descendientes de los judíos españoles, los sefardíes, constituyen aproximadamente un quinto de la población judía mundial.

Algunos asocian el país de Tarsis, mencionado en los libros de Isaías, Jeremías, Ezequiel, Primero de los Reyes y Jonás, con la antigua civilización de Tartessos o, al menos, con algún lugar de la Península Ibérica. Si esta identificación fuese correcta, el contacto de los judíos con la Península Ibérica se remontaría a la época de Salomón.

Parece claro, en cualquier caso, que el reino de Israel mantuvo relaciones comerciales con un lugar llamado Tarsis. En Ezequiel 27:12 así se dice: “Tarsis comerciaba contigo por la abundancia de todas tus riquezas, con plata, hierro, estaño y plomo a cambio de tus mercaderías.” También se hace referencia a este comercio en 1Reyes 10:22, donde se dice que “una vez cada tres años la flota de Tarsis venía y traía oro, plata, marfil, monos y pavos reales”. Al describir el imperio comercial de Tiro, de oeste a este, Tarsis es el primer lugar que se cita (Ezequiel 27:12-14) y es asimismo el país lejano al que Jonás quiere ir para escapar a Jehová (Jonás 1:3), lo que sugiere que el país de Tarsis se encontraba en el extremo occidental del Mediterráneo. Los fenicios, aliados de los israelitas en la época de Salomón, mantuvieron además una estrecha relación comercial con la Península Ibérica (la fundación de Gades (Cádiz) suele datarse en el año 1100 a. C.). Todo ello deja abierta la posibilidad de que llegase a haber relación entre los israelitas y la Península Ibérica a comienzos del I milenio adC, pero no ofrece prueba alguna que demuestre que haya ocurrido así. En Cádiz se encontró un sello que data de los siglos VIII o VII a. C., en el que hay una inscripción que según algunos autores sería antiguo hebreo, pero la mayoría de los investigadores consideran que se trata de fenicio.

Existen tradiciones muy tardías, según las cuales los primeros judíos llegaron a España tras la caída del Primer Templo, en586 a. C., pero carecen de base histórica y estaban encaminadas sobre todo a demostrar que los judíos españoles no fueron culpables de la muerte de Jesús.

Las primeras evidencias de presencia judía en la Península datan de época romana. No se conoce la fecha exacta en que las primeras comunidades judías se instalaron en Hispania. En la Epístola a los romanos, Pablo de Tarso manifiesta su intención de ir a Hispania a predicar el evangelio (Romanos 15:24-28), lo cual podría ser un indicio de que existían entonces allí comunidades judías.

Algunas pruebas materiales de la presencia judía en la Península son dos inscripciones judías trilingües (hebreo, latín y griego) halladas en Tarragona1 y enTortosa,2 cuya datación varía según los autores entre los siglos II a. C. y VI d. C. Del siglo III data probablemente la inscripción sepulcral hallada en Abdera (actualAdra) de una niña judía, llamada Salomonula.3 En la isla de Ibiza fue hallada un ánfora con caracteres hebreos que data al menos del siglo I.

Un documento incontestable que prueba la existencia de comunidades judías en Hispania son los cánones del concilio de Elvira, celebrado por los cristianos de la Península Ibérica en Elvira a comienzos del siglo IV. En dichos cánones se demuestra no sólo que ya existían comunidades judías en Hispania, sino que se trataba de comunidades prósperas y que practicaban un activo proselitismo. La religión judaica se presenta como una seria competidora del cristianismo, que no es todavía la religión oficial del Imperio, y el concilio se propone combatir activamente sus avances. Cuatro de los 81 cánones se refieren a los judíos: los números 16, 49, 50 y 78. En canon 16 se prohíbe a los cristianos contraer matrimonio con mujeres judías bajo pena de excomunión de cinco años. En el 49 se amenaza con la excomunión perpetua a los cristianos que hagan bendecir sus tierras por judíos, y el 50 prohíbe que miembros de las dos religiones se sienten a una misma mesa. Por último, el canon 78 sanciona con cinco años de excomunión al cristiano que cometa adulterio con una mujer judía.

A comienzos del siglo VI se consolida en la Península Ibérica el dominio visigodo. Los visigodos, cristianos arrianos, no mostraron inicialmente ningún interés por perseguir a los judíos. El primer documento de la Hispania visigoda en que se les menciona es el Breviarium Alaricianum, compilado en las Galias por orden de reyAlarico II y promulgado en Tolosa en 506. Este cuerpo legislativo, recopilatorio de Derecho romano, imponía a los judíos las mismas restricciones que las leyes romanas, del Imperio ya católico, de los siglos IV y V: se les prohibían los matrimonios mixtos, la edificación de nuevas sinagogas o la posesión de esclavos cristianos, entre otras muchas cosas, y se castigaba duramente al cristiano que se convirtiese al judaísmo. Sin embargo, las leyes visigodas eran relativamente tolerantes, ya que se les permitía restaurar las sinagogas ya existentes, y mantener sus propios tribunales para resolver asuntos religiosos, e incluso civiles. Además, muchos historiadores creen que estas leyes no fueron aplicadas con rigor.

La situación cambió cuando el rey Recaredo se convirtió al catolicismo, deseando la homogeneización religiosa de toda la península. Durante todo el siglo VII la monarquía visigoda, en estrecha colaboración con la Iglesia católica, adoptó una actitud beligerante contra las comunidades judías. Durante el reinado de Sisebuto, las leyes antijudías se endurecieron significativamente, y se produjeron numerosas conversiones forzosas, lo que motivó que gran número de judíos abandonasen el reino, instalándose en el norte de África.

En los años siguientes, la situación se va haciendo cada vez más difícil para los judíos. Hacia los conversos, numerosos desde las persecuciones de Sisebuto, existía una gran desconfianza, y en 638, durante el reinado de Chintila, debieron hacer un juramento especial, denominado placitum, rechazando públicamente su antigua religión. La presión sobre los judíos que se mantenían fieles a su religión fue haciéndose cada vez más dura. El rey Égica, invocando una supuesta conspiración, dictaminó en el XVII Concilio de Toledo, en 694, la esclavitud de judíos y conversos, y persiguió con saña a ambas minorías hasta su muerte, en 702.

Muchos autores han insistido en la idea de que los musulmanes fueron recibidos como liberadores por los judíos de la Península Ibérica, que incluso ayudaron activamente, al igual que los seguidores cristianos de Witiza, al éxito de la invasión. Sin duda, su situación mejoró notablemente con respecto a la persecución casi continua que habían sufrido en época visigoda, especialmente después de la conversión de Recaredo.

Los musulmanes, siguiendo las enseñanzas del Corán, consideraban que los cristianos y judíos, en tanto que “gentes del Libro”, no debían ser convertidos a la fuerza al Islam y eran merecedores de un trato especial, la dhimma. Los dhimmi (en árabe ذمّي ,”protegidos”) tenían garantizadas la vida, la propiedad de sus bienes y la libertad de culto, así como un alto grado de autonomía jurídica, que les permitía, por ejemplo, acudir a sus propios tribunales para dirimir los asuntos de sus comunidades. Como contrapartida, estaban sujetos a impuestos extraordinarios, debían aceptar una situación social inferior y someterse a discriminaciones diversas, teniendo negado el acceso a la mayor parte de los cargos públicos: no podían, en concreto, acceder a funciones militares ni políticas en que tuvieran jurisdicción sobre musulmanes. El valor en tribunales musulmanes del testimonio de los dhimmis era inferior, al igual que la indemnización en los casos de venganzas de sangre. Las acusaciones de blasfemia contra los dhimmies eran habituales y el castigo era la muerte. Como no podían testificar en un tribunal para defenderse, debían convertirse para salvar la vida. El tabú matrimonial contra los dhimmíes varones, que eran castigados con la muerte si mantenían relaciones sexuales o se casaban con una musulmana, además de las herencias, las discriminaciones en el vestido, en el uso de animales o en ciertos oficios, son otros ejemplos de esta discriminación institucionalizada en asuntos relevantes. Sin embargo, la aplicación rigurosa de la dhimma varió en función de las épocas y no siempre se cumplió con rigidez, como lo ilustra que varios judíos alcanzaran rangos prominentes en los estados andalusíes.

La autonomía jurídica de que, como se ha dicho, disfrutaron los judíos en Al-Andalus se concretó en la organización de sus comunidades en aljamas. Las aljamas eran las entidades autónomas en las que se agrupaban las comunidades judías de las diferentes localidades. Tenían sus propios magistrados, y se regían por sus propias normas jurídicas, basadas en la Halajá. La institución de la aljama se trasladaría después a la España cristiana, y permanecería vigente hasta el momento de la expulsión.

La situación de los judíos en Al-Andalus no fue siempre igual. En general, se distinguen dos períodos bien diferenciados: antes y después del comienzo de las invasiones almorávides (en torno a 1086).

La primera etapa coincide con el emirato independiente (756-912), el califato de Córdoba (912-1031) y los primeros reinos de taifas (1031-1086). Fue el período de esplendor de la presencia judía en la España musulmana, especialmente a partir de la época de Abderramán III. Numerosos judíos alcanzaron un alto grado de relevancia económica y social, y la cultura hebrea, muy influida por la árabe, tuvo una verdadera edad de oro.

Con los almorávides y, sobre todo, con los almohades, la situación cambió radicalmente. Estas dinastías, de origen africano, tenían una concepción del Islam mucho más rigorista, por lo que se mostraron mucho menos tolerantes hacia los judíos. A partir del siglo XII, la población judía inició un éxodo masivo: los mayores contingentes se refugiaron en los reinos cristianos del norte, cuyos monarcas estaban en plena actividad repobladora y precisaban del concurso de los recién llegados.

En las cortes cristianas, ocurrían hechos que demuestran el papel de los judíos. Por ejemplo, el rey de Aragón, Jaime II, escribía a su hija: “Filla, recibiemos vuestra carta… en razón del fillo que hauedes parido… Mas, filla, non fagades, como auedes acostumbrado, de criarlo a consello de judíos…

Por otro lado, una inscripción hebrea en la sinagoga del Tránsito, de Toledo, reza así: “El rey de Castilla ha engrandecido y exaltado a Samuel Leví; y ha elevado su trono por encima de todos los príncipes que están con él… Sin contar con él, nadie levanta mano ni pie.”

Y más aún, el rey Fernando III El Santo, después de la toma de Sevilla, se afirmaba como rey de tres religiones, cosa que ningún otro rey europeo podía afirmar.

En el plano cultural, el papel del judío dentro de las cortes castellanas fue el de transmisor de los conocimientos árabes. Gracias a él, en cortes como la de Alfonso X, junto con colaboradores árabes, se pudo llevar a cabo la enorme obra de recopilación, traducción y divulgación de todo el saber humano de la época.

Otro de los campos en el que la presencia judía fue indispensable fue el de la medicina. En efecto, sería inusitado encontrar la mención de un médico de la casa real que no fuera judío. Esto no impidió, sin embargo, que se redactaran decretos prohibiendo a los cristianos valerse de médicos judíos, cuyo incumplimiendo, empezando por el rey mismo, era notorio.

El judío era además el encargado de recaudar tributos y el tesoro estatal. Su posición cerca del rey y de los nobles, así como de los prelados, era clave, lo cual explicaría el vacío posterior cuando ocurrió la expulsión. Esta posición fue la más delicada y difícil de mantener, pues si bien el judío era indispensable para la clase alta, era visto, en cambio, como explotador por la clase baja y se atraía su odio, lo cual podía ser aprovechado fácilmente por el clero para desatar persecuciones antisemitas. Los reyes defendieron la importancia del judío dentro de la economía estatal, e incluso el propio Fernando el Católico (por cuyas venas corría sangre judía), los apoyaba en 1481, diciendo que leyes que prohibieran algo a los judíos era como prohibírselo a él.

Avanzado el siglo XV, la persecución contra los judíos empezó a adquirir rasgos de ferocidad, y los reyes se encontraban impotentes para detenerla, pues se jugaban su popularidad. Además, la nobleza había emparentado, por motivos económicos principalmente, con los judíos y su posición se había debilitado. En el siglo XVI aparecen dos libros, el Libro verde de Aragón y El tizón de la nobleza de España, donde se demuestra que, prácticamente, toda la nobleza española tenía algunas o muchas gotas de sangre judía.

En los inicios de agosto del año 1492 comenzaron a abandonar España los primeros judíos en virtud del decreto de expulsión dictado en Marzo por los Reyes Católicos. Todos aquellos que se no convirtieron hubieron de tomar el triste camino de la diáspora y establecerse en otros países. Hay que hacer notar, no obstante, que media Europa los había ya expulsado previamente, o sea que no somos más racistas que los demás, dicho sea en descargo de nuestros ancestros.

Nunca han tenido los judíos buena prensa y probablemente la culpa es de todos. Por un lado, la envidia y los recelos hacia ellos debido al poder comercial y económico que clásicamente han tenido, y también a sus tradiciones que pudieran resultar extrañas para muchos. Por otro, quizás el considerarse el pueblo elegido por parte de algunos de sus miembros y sentirse de cierta forma “especiales”. Puede haber más causas, pero es lógico suponer que éstas sean las principales.

Creo que es de justicia reconocer el error que se cometió con la expulsión del pueblo hebreo, máxime teniendo en cuenta que los descendientes de aquellos exiliados siguen llevando a España en su corazón con el nombre de Separad. La propaganda antisemita continuó incluso durante el franquismo —recuérdese aquella famosa frase relativa al “contubernio judeo-masónico y el falaz liberalismo trasnochado” y ha llegado hasta nuestros días, alimentada convenientemente por la izquierda, para la cual los judíos siempre han sido los malos y los árabes los buenos.

El que esto escribe fue también durante un tiempo influenciado por esas teorías progres y consideraba a los judíos unos imperialistas sionistas y amigos del capitalismo yanqui. Hoy, sin embargo, debe reconocerse que, aun con sus defectos, el pueblo israelí representa en gran parte la lucha de los valores occidentales contra el radicalismo islámico, del cual nos debemos guardar todos, por mucho que algunos se empeñen en abanderar grotescas Alianzas de Civilizaciones que a nada conducen, salvo a arrodillarse ante los enemigos de Occidente.

Por otra parte, sería absurdo renegar de un pueblo del cual muchos podemos descender; muchos se sorprenderían si supieran que sus apellidos provienen de judíos conversos. Así, son de este origen gran parte de los apellidos toponímicos (Sevilla, Burgos, Madrid, etc.) los relativos a profesiones (Zapatero, Herrero, Panadero, Carpintero, etc.), los que denotan cualidades corporales (Garrido, Hermoso, Feo, etc.). En esta página de abajo hay una larga lista al final.

Quiera Dios que no vuelvan a repetirse situaciones similares y nunca tengamos que tomar ninguno el camino del exilio como aquellos sefardíes del siglo XV . La España del futuro ha de ser para todos.

 

Ya en la época visigoda, los judíos, intentaron gracias a su mejor preparación cultural, copar puestos importantes en la administración del reino, no fue constante su ascensión, ya que los reyes godos, variaban su predisposición a aceptar a los judíos, no lograron plenamente su objetivo, por esa causa, digamos que no estaban contentos con el trato dado, por los godos. Sufrieron muchas injusticias y cuando los árabes, invadieron el reino, dichos judíos conversos consideraron a los invasores, casi como sus libertadores. Esos judíos conversos, se ofrecieron a los nuevos amos, aportando sus experiencias, su ciencia , el cual era un bagaje importante, que no les vendría mal a los nuevos amos. muchos se convirtieron al islam y otros no, fue una época en que la la ciencia y la cultura, florecó en gran medida. Ya que en los primeros años, los árabes, nos lo consideron peligrosos, sino todo lo contrario. El judioconverso, ya referiéndonos en diferentes etapas del tiempo que transcurrieron en España, ha sido un personaje totalmente positivo, para nuestra nación, su cultura dio lustre y categoría, ante los demás pueblos de occidente, filósofos, médicos, notarios, importantes pensadores y escritores, eran judíos conversos. su papel ante la expulsión, fue importante, ya que muchos de ellos, jugaron un papel básico, en esa mala decision del verano del 1492.

DECRETO DE EXPULSIÓN DE LOS JUDÍOS DE ESPAÑA

Los Reyes Fernando e Isabel, por la gracia de Dios, Reyes de Castilla, León, Aragón y otros dominios de la corona- al príncipe Juan, los duques, marqueses, condes, ordenes religiosas y sus Maestres,… señores de los Castillos, caballeros y a todos los
judíos hombres y mujeres de cualquier edad y a quienquiera esta carta le concierna, salud y gracia para él.

Bien es sabido que en nuestros dominios, existen algunos malos cristianos que han judaizado y han cometido apostasía contra la santa fe Católica, siendo causa la mayoría por las relaciones entre judíos y cristianos. Por lo tanto, en el año de 1480, ordenamos que los judíos fueran separados de las ciudades y provincias de nuestros dominios y que les fueran adjudicados sectores separados, esperando que con esta separación la situación existente sería remediada, y
nosotros ordenamos que se estableciera la Inquisición en estos dominios; y en el término de 12 años ha funcionado y la Inquisición ha encontrado muchas personas culpables además, estamos informados por la Inquisición y otros el gran daño que persiste a los cristianos al relacionarse con los judíos, y a su vez estos judíos tratan de todas maneras a subvertir la Santa Fe Católica y están
tratando de obstaculizar cristianos creyentes de acercarse a sus creencias.

Estos Judíos han instruido a esos cristianos en las ceremonias y creencias de sus leyes, circuncidando a sus hijos y dándoles libros para sus rezos, y declarando a ellos los días de ayuno, y reuniéndoles para enseñarles las historias de sus leyes, informándoles cuando son las festividades de Pascua y como seguirla, dándoles el pan sin levadura y las carnes preparadas
ceremonialmente, y dando instrucción de las cosas que deben abstenerse con relación a alimentos y otras cosas requiriendo el seguimiento de las leyes de Moisés, haciéndoles saber a pleno
conocimiento que no existe otra ley o verdad fuera de esta. Y así lo hace claro basados en sus confesiones de estos judíos lo mismo a los cuales han pervertido que ha sido resultado en un gran daño y detrimento a la santa fe Católica, y como nosotros conocíamos el verdadero remedio de estos daños y las dificultades yacían en el interferir de toda comunicación entre los mencionados Judíos y los Cristianos y enviándolos fuera de todos nuestros dominios, nosotros nos contentamos en ordenar si ya dichos Judíos de todas las ciudades y villas y lugares de Andalucía donde aparentemente ellos habían efectuado el mayor daño, y creyendo que esto seria suficiente
de modo que en esos y otras ciudades y villas y lugares en nuestros reinos y nuestras posesiones seria efectivo y cesarían a cometer lo mencionado.

Y porque hemos sido informados que nada de esto, ni es el caso ni las justicias hechas para algunos de los mencionados judíos encontrándolos muy culpables por lo por los susodichos crímenes y transgresiones contra la santa fe Católica han sido un remedio completo obviar y corregir estos delitos y ofensas. Y a la fe Cristiana y religión cada día parece que los Judíos incrementan en continuar su maldad y daño objetivo a donde residan y conversen; y
porque no existe lugar donde ofender de mas a nuestra santa creencia, como a los cuales Dios ha protegido hasta el día de hoy y a aquellos que han sido influenciados, deber de la Santa Madre
Iglesia reparar y reducir esta situación al estado anterior, debido a lo frágil del ser humano, pudiese ocurrir que podemos sucumbir a la diabólica tentación que continuamente combate contra nosotros, de modo que, si siendo la causa principal los llamados judíos si no son convertidos deberán ser expulsados de el Reino.

Debido a que cuando un crimen detestable y poderoso es cometido por algunos miembros de algún grupo es razonable el grupo debe ser absuelto o aniquilado y los menores por los mayores serán castigados uno por el otro y aquellos que permiten a los buenos y honestos en las ciudades y en las villas y por su contacto puedan perjudicar a otros deberán ser expulsados del grupo de gentes y a pesar de menores razones serán perjudiciales a la República y los mas por la mayoría de sus crímenes seria peligroso y contagioso de modo que el Consejo de hombres eminentes y caballeros de nuestro reinado y de otras personas de conciencia y conocimiento de nuestro
supremo concejo y después de muchísima deliberación se acordó en dictar que todos los Judíos y Judías deben abandonar nuestros reinados y que no sea permitido nunca regresar.

Nosotros ordenamos además en este edicto que los Judíos y Judías cualquiera edad que residan en nuestros dominios o territorios que partan con sus hijos e hijas, sirvientes y familiares pequeños o grandes de todas las edades al fin de Julio de este año y que no se atrevan a regresar a nuestras tierras y que no tomen un paso adelante a traspasar de la manera que si algún Judío que no acepte este edicto si acaso es encontrado en estos dominios o regresa será culpado a muerte y confiscación de sus bienes.

Y hemos ordenado que ninguna persona en nuestro reinado sin importar su estado social incluyendo nobles que escondan o guarden o defiendan a un Judío o Judía ya sea públicamente o secretamente desde fines de Julio y meses subsiguientes en sus hogares o en otro sitio en nuestra región con riesgos de perder como castigo todos sus feudos y fortificaciones, privilegios y bienes hereditarios.

Hágase que los Judíos puedan deshacerse de sus hogares y todas sus pertenencias en el plazo estipulado por lo tanto nosotros proveemos nuestro compromiso de la protección y la seguridad de modo que al final del mes de Julio ellos puedan vender e intercambiar sus propiedades y muebles y cualquier otro articulo y disponer de ellos libremente a su criterio que durante este plazo nadie debe hacerles ningún daño, herirlos o injusticias a estas personas o a sus bienes
lo cual seria injustificado y el que transgrediese esto incurrirá en el castigo los que violen nuestra seguridad Real.

Damos y otorgamos permiso a los anteriormente referidos Judíos y Judías a llevar consigo fuera de nuestras regiones sus bienes y pertenencias por mar o por tierra exceptuando oro y plata, o moneda acuñada u otro articulo prohibido por las leyes del reinado.

De modo que ordenamos a todos los concejales, magistrados, caballeros, guardias, oficiales, buenos hombres de la ciudad de Burgos y otras ciudades y villas de nuestro reino y dominios, y a
todos nuestros vasallos y personas, que respeten y obedezcan con esta carta y con todo lo que contiene en ella, y que den la clase de asistencia y ayuda necesaria para su ejecución, sujeta a castigo por nuestra gracia soberana y por la confiscación de todos los bienes y propiedades para nuestra casa real y que esta sea notificada a todos y que ninguno pretenda ignorarla, ordenamos que este edicto sea proclamado en todas las plazas y los sitios de reunión de todas las
ciudades y en las ciudades principales y villas de las diócesis, y sea hecho por el heraldo en presencia de el escribano público, y que ninguno o nadie haga lo contrario de lo que ha sido definido, sujeto al castigo de nuestra gracia soberana y la anulación de sus cargos y
confiscación de sus bienes al que haga lo contrario.

Y ordenamos que se evidencie y pruebe a la corte con un testimonio firmado especificando la manera en que el edicto fue llevado a cabo.

Dado en esta ciudad de Granada el Treinta y uno día de marzo del año de nuestro Señor Jesucristo de 1492.

Firmado Yo, el Rey, Yo la Reina, y Juan de la Colonia secretario del Rey y la Reina quien lo ha escrito por orden de sus Majestades.

Los Anusim

El fenómeno de la vida oculta del judaísmo de España constituye probablemente uno de los capítulos más apasionantes de la historia judía, y sus testimonios siguen siendo vigentes hasta el presente. A pesar de las numerosas dificultades, los descendientes de anusim lograron preservarse y preservar los lazos con sus raíces judías y la sensación de pertenencia al pueblo judío durante más de 600 años.

Los anusim son judíos que en tiempos de la Inquisición fueron forzados a convertirse al cristianismo, pero que siguieron cumpliendo los preceptos judaicos en secreto.
Los anusim se caracterizan por diversos nombres y diferentes historias. El concepto conocido en España y Portugal era el de “marranos” (un apodo despectivo que compara a los anusim con cerdos). También estaba muy difundido el término de “criptojudíos”, cristianos judíos o conversos, es decir, judíos que habían cambiado de religión. En otros lugares los llamaban “cristianos nuevos” para señalar su reciente incorporación al cristianismo. En Palma de Mallorca (una isla al sur de España) los llaman “chuetas”. Hoy en día, los descendientes de los marranos, chuetas o cristianos nuevos prefieren definirse como “anusim” o descendientes de anusim. El denominador común a todos estos nombres es el hecho de que fueron forzados a abandonar el judaísmo y obligados a aceptar la fe cristiana contra su voluntad, a pesar de que en sus corazones y en sus hogares seguían manteniendo la fe y la tradición judía a diferentes niveles.

Cabe suponer que no todos saben que las leyes de la Inquisición y sus iniquidades subsistieron hasta el siglo XIX. Las leyes de la Inquisición se revocaron formal y definitivamente en España sólo en 1834; de hecho, en algunos países de América del Sur y en Angola las persecuciones prosiguieron hasta fines del siglo XIX.

Han pasado más de 600 años desde la aparición del fenómeno de una vida judía oculta en la Península Ibérica, y menos de 200 años desde la revocación de las leyes de la Inquisición en España, Portugal y el continente americano. A pesar de eso, las huellas de los descendientes de anusim no sólo que no desaparecieron de la historia, sino que siguieron existiendo activamente hasta el presente.

Hoy en día se conoce con certeza la existencia de grupos de anusim y descendientes de anusim en diferentes lugares: algunos siguen viviendo en España y Portugal y se consideran descendientes de judíos de tiempos de la Inquisición; otros siguieron manteniendo su fe y su identidad en los países de dispersión de los anusim que huyeron de la conversión forzada, como Brasil, México, Nueva México en los Estados Unidos y varios países en América del Sur.

Los descendientes de anusim están recuperando a nivel individual y comunitario la conciencia del vínculo de pertenencia con sus antepasados. Miles de ellos se encuentran actualmente en proceso de búsqueda espiritual y nacional, a fin de retornar a sus raíces judías.

Muchos estudian judaísmo en seminarios y clases, participan en la vida comunitaria y en debates y estudios en sitios de Internet creados para ellos. En general, el judaísmo se mantuvo a nivel individual, fundamentalmente en zonas rurales en las cuales las características sociales les permitían preservar su identidad.

Recientemente me encontré en España con un hombre de más de 70 años que nació y vivió toda su vida en el pueblo de Sirat. Según todos los datos, en esa región de España (Castellón) no había judíos desde que los reyes les dieron la posibilidad de convertirse al cristianismo o abandonar el país. Pero ese hombre llevaba en el brazo… un talit que su madre le había tejido a mano 60 años atrás para que supiera de dónde venía y a qué pueblo pertenecía. Era un talit blanco con franjas azules, que conservaba para legarlo a sus hijos. Ese hombre, Francisco Bellido, sabía recitar (con gran emoción) las plegarias Shma Israel y Modé Aní en hebreo, tal como se las había enseñado su abuelo. En su casa había una mezuzá de arcilla del siglo XVII, no en la puerta exterior, por miedo a las autoridades, sino en una puerta interna; al pasar por ella la familia solía besarla. Esta tradición había pasado de generación en generación, sin libros, ni rabinos ni instituciones de estudio de la Torá…

La historia se repite… Lo que los reyes Fernando e Isabel trataron de hacer en España en el siglo XV –borrar todo rastro de los judíos y el judaísmo a través de la expulsión y la conversión forzada en España y Portugal– vuelve a despertar… Un número considerable de descendientes de estas víctimas resurge de la historia y quiere fortalecer al pueblo judío y enmendar aquel capítulo amargo de la Inquisición… Cabe suponer que los reyes de España y Portugal se revolverían en sus tumbas ante esta noticia…
Por supuesto, la historia de los anusim no es un bloque uniforme. Hay diferentes grupos y muchas divisiones entre ellos, y no todos son descendientes biológicos de los anusim de España y Portugal; pero la mayor parte puede ser considerada como sus descendientes espirituales, teniendo en cuenta las proyecciones halájicas aplicables a cada grupo.

Hoy en día existen anusim concretos, que han vivido hasta ahora como judíos ocultos, preservando la fe en un solo D-os, cumpliendo los preceptos en secreto y contrayendo matrimonios endogámicos durante más de 600 años. Ellos saben que son judíos y que su identidad judía se preservó a pesar de que durante siglos pensaron que todo el pueblo judío había sido aniquilado y que ellos eran sus últimos remanentes sobre la faz de la tierra. Hay anusim según la Halajá, cuyas familias conservaron la continuidad biológica, pero no la identidad judía: mantenían algunas costumbres y se casaban entre sí, pero no sabían explicar por qué lo hacían… Los viernes encendían velas en secreto y contraían matrimonios endogámicos, pero no lo veían como un acto religioso o judío. Por otra parte, hay anusim con identidad judía que saben que descienden desde hace siglos de una familia judía, que probablemente no conservaron la identidad biológica y se casaron con no judíos, pero que se sienten descendientes de anusim y orgullosos de sus raíces judías, y quieren reavivarlas. (Con respecto a esta clase de anusim, Abrabanel escribió que “los consideramos no judíos”; en su opinión “habrán de retornar al judaísmo; D’os no ha desesperado de ellos y con su inmensa misericordia los hará retornar a su Torá”). Hay algunos anusim que descienden de madre judía, y otros de padre judío, pero que se sienten judíos en todo sentido (como los judíos de Rusia, país que determina la religión de una persona según la de su padre). Lamentablemente, también hay cristianos evangelistas y mesiánicos que tratan de infiltrarse en el pueblo judío diciendo que descienden de anusim.

El tema de los anusim y sus descendientes no ha sido examinado a fondo por los estudiosos rabínicos de nuestro tiempo. No abundan las respuestas y los dictámenes que se refieren a ellos y que tratan de proponer una forma de hacerlos retornar al seno de nuestro pueblo en estos tiempos. Cabe suponer que la razón principal de ello es que los anusim siguen replegados sobre sí mismos, como desde hace siglos. Sólo después del cambio de gobierno en España (la muerte de Franco) y Portugal (el fin de la dictadura y el comienzo de la democracia en 1975), los descendientes de anusim se sintieron libres para exponer sus sentimientos y pedidos.

 

Los Chuetas

El fenómeno chueta fue un producto de la discriminación, con fines políticos, económicos y sociales. Aún después de varios siglos de que la Inquisición fuese extinguida, en la Isla de Mallorca, sus consecuencias se sienten todavía hoy en los descendientes, los cristianos nuevos, que llevaban el nombre peyorativo de chuetas, que los transformaba en un grupo diferente dentro de la sociedad mallorquina.

por Lidia Jacubovski

El fenómeno chueta fue un producto de la discriminación, con fines políticos, económicos y sociales. Aún después de varios siglos de que la Inquisición fuese extinguida, en la Isla de Mallorca, sus consecuencias se sienten todavía hoy en los descendientes, los cristianos nuevos, que llevaban el nombre peyorativo de chuetas, que los transformaba en un grupo diferente dentro de la sociedad mallorquina.

“Chueta” en el diccionario dice: “Nombre que se da a los que se suponen descendientes de judíos-conversos en las Islas Baleares. Mala nota.”

La palabra chueta deriva de xueto o jueto, forma despectiva de tratar al cristiano nuevo, descendiente de judíos. También tiene relación con la palabra chanco (chancho), porque los conversos, o los judíos, en secreto, para mostrar lo buen cristianos que eran, públicamente comían puerco. La Isla de Mallorca es una de las islas que forma el archipiélago Balear, localizado en el Mediterráneo occidental, perteneciente al territorio español. Las otras islas que forman el archipiélago son Ibiza, Formentera y Cabrera.

Por su localización Mallorca se encuentra aislada, lo que explica el carácter peculiar de sus habitantes. La isla pasó por diferentes conflictos en función del poder dominante, sufriendo los vaivenes de la política española y la lucha de poder de las sucesiones monárquicas. También sufrió las consecuencias de mudanzas climáticas lo que perjudicó, por largos períodos su economía. Mallorca estaba siempre en lucha contra los piratas árabes que asolaban las costas Baleares y Mediterráneas. Es difícil determinar en qué momento los judíos llegaron a Mallorca. Según algunos autores a partir del siglo 12, dedicándose al comercio. Pero descubrimientos arqueológicos fechados en el siglo 11, muestran que ya en esa época se realizaban baños rituales, pero en realidad desde hacía mucho antes había judíos en España. Bajo el gobierno del rey aragonés Pedro IV, El Ceremonioso (1336-1387), casi mil familias estaban instaladas en Mallorca y Menorca, poseían un alto nivel cultural, y eran destacados sobre todo en ciencias. Se dice que en Mallorca se dibujó el mundo. Varios judíos mallorquines destacaron en la fabricación de instrumentos de cálculo náutico y la cartografía estaba por entero en sus manos. La elaboración de las cartas de navegación, eran muy conocidas, y los famosos mapa-mundi, eran muy exactos y bien conocidos, llamados Portulanos. Un portulano constaba de 6 hojas de pergamino, de las cuales 4 representaban regiones costeras situadas entre Gibraltar y el mar de la China. Eran los cuadernos de instrucciones del siglo 13 al 16, cartas náuticas planas, sin esfericidad, no tenían marcados los paralelos ni los meridianos, porque la técnica cartográfica de la visión esférica del mundo por coordenadas, fue inventada después de 1600 por Gerardo Mercador y Alfonso de Sta.Cruz.

La brújula parece ser inventada por los Chinos y Marco Polo la introdujo en Europa, quizás en el siglo 12 y 13. Una de las familias que destacó en este trabajo fue la de los Cresques. Abraham Cresques (a quien llamaban “el judío de los mapas”) con su hijo Yehuda, terminó en 1373, el famoso “Atlas Català” (que se encuentra en Paris en la Biblioteca Nacional), otros eran Haim Ibn Rish, Gabriel de Válsecha (quien en 1439 diseñó el mapa que debía orientar a Vespucio a América) y Mecia de Villadestes, Jafuda (Yehuda) Cresques, tuvo que emigrar a Portugal donde se convirtió al cristianismo, bautizándose con el nombre de Jume Ribes y pasó a dirigir la escuela de Sagres bajo el comando de Don Henrique el Navegante.

Otro judío, Abraham Zacuto, exilado en Portugal, asistiría con sus conocimientos astronómicos y náuticos a la preparación de la expedición de Vasco da Gama.

En 1929, fue hallado en Constantinopla un mapa incompleto fechado en 1513, que representaba América del Sur y Africa, con longitudes correctas, pertenecía a un almirante turco,

CReis = Piri Ibn Haji Memmed (1470-1554) que afirma se basó en 20 mapas, algunos de la época de Alejandro Magno, cuyas unidades de medidas coinciden con las de los fenicios y cartagineses. Piri lo que hizo fue unir trozos de portulanos antiguos, los sobrepuso, algunos mal orientados y con graves errores. Las conclusiones son que experimentados navegantes recorrieron el globo 10,000 años antes, cuando Europa se encontraba en la pre-historia. Los vikingos en 986 y 1002, habían visitado la costa Atlántica de los Estados Unidos.

Entre los especialistas, la discusión sobre la contribución de judíos y conversos al descubrimiento de América parece seguir, pero sí se puede afirmar que ha sido de suma trascendencia, y la pregunta de quién era Columbus, y cuál era su origen no cesa de fascinar a los historiadores hispánicos e internacionales.

El historiador Gabriel Vertmartoral, dice que el almirante no era italiano, sino un judío marrano, pero si Colon era judío o no, carece de importancia, pero sí es importante, que no había argumento en contra entre los investigadores acerca del importante rol que jugaron los judíos marranos en el descubrimiento de América.

Salvador de Madariaga, nacido en la Coruña en 1886, en su libro: “Vida del muy magnífico Sr. Don Cristóbal Colón,” sostenía que los Colombo descendían de judíos mallorquines, de los Chuetas, establecidos en Génova en el siglo 15 y Ibrahim Husain Hallar: “Descubrimiento de América por los árabes”, en el cap. 3 dice “Cristóbal Colón judío” era un converso.

Cuando el almirante llegó a Portugal se casó con Felipa Moníz, cristiana nueva, de origen judío. En Portugal, Colón consiguió ayuda de los judíos para su proyecto, así como apoyo científico a través de mapas, tablas de astronomía y los trabajos de Abraham Zacuto.

En Castilla fue acogido por el duque de Medinaceli, nieto de una judía. En la corte le ayudaron Abraham Señor, Luis de Santangel, consultante de la reina, que la convenció de apoyar a Colón, (hasta el extremo de que ella estuvo dispuesta a vender sus joyas o al menos ponerlas como garantía para la misión) y que le prestó 70,000 ducados para financiar la empresa.
Colón volvió a Granada como la reina pidió y de allí salió hacia su magnífica aventura. Colón nunca olvidó a quien le debía la oportunidad de su vida y los primeros documentos que escribió sobre sus descubrimientos, desde la ‘Santa Maria’, fue a Luis de Santangel, ministro de finanzas en ese tiempo. Esos documentos están en exhibición en el Museo del Almirante en España.
Luis de Santangel era el hijo de un marrano muy rico y respetado entre las familias del reino, pero sin embargo la Inquisición persiguió a miembros de su familia, y su propio padre fue quemado en las cortes de la ciudad de Zaragoza.

La historia de España en el siglo 15 está llena de cambios, sorpresas y controversia, Isabel se convierte en la Reina de Castilla, y la batalla sobre quién gobernaría, o quién sería la reina, se determinó con la ayuda de los judíos marranos. Desde Segovia, don Abraham Señor, el más importante de los judíos de España, cercano al trono y a cargo del tesoro, y responsable de los asuntos judíos en la administración, fue el que convenció a los oficiales y militares de Segovia, de apoyar a Isabel y pelear por ella, para ganar el trono a su sobrina, Juana la Beltraneja, hija del rey Enrique IV en 1474.

La reina le estaba agradecida y lo nombró jefe de la recaudación de impuestos, en el estado de Castilla y le dio el titulo de ‘Rabi de la Corte’, que significaba Rabi del reino. Cuando Abraham Señor supo, en Abril de 1492, que los reyes tomaron la decisión de expulsar a los judíos de España, usó toda su influencia y junto con su asistente don Isaac Abarbanel, trataron de convencer al rey de no aceptar la ley de la Iglesia, y juntaron enormes sumas de dinero que ofrecieron al rey para cambiar su decisión, pero los reyes rechazaron su oferta, y le rogaron que se convirtiera al cristianismo, lo cual don Isaac Abarbanel rechazó y junto con varios judíos se fue a Italia. Abraham Señor se convirtió al cristianismo cambiando su nombre por Cornell. Esta información proviene del libro “Out of Spain” del excelentísimo don Itzhak Navon, quinto presidente de Israel.

También intervinieron a favor de Colon, los conversos Juan Cabrero y Alfonso de la Caballería.

Algo interesante con respecto a Colon de Georg Friederici, en su libro: “El carácter del descubrimiento y de la conquista de América”, cuenta que el marinero Juan Rodríguez Bermejo, conocido como Rodrigo de Triana, de origen musulmán, oriundo de Sevilla, tripulante de ‘La Pinta’ fue el primero en divisar tierra desde su puesto de vigilia, en la madrugada del 12 de Octubre de 1492, lo que vio fue una pequeña isla del archipiélago de las Lacayas, Bahamas, cuyo nombre indígena era Guanahani, a la que Colón llamó San Salvador. De Triana no pudo cobrar los 10.000 maravedíes de recompensa que habían prometido los reyes católicos al primero que divisara tierra, porque Colón dijo haberla visto antes que él y se embolsó la suma.
Triana, en 1525, participó en la expedición del fraile dominicano Garcia Cofre de Loaisa (184-1546) a las Malucas.

Otra historia curiosa sobre Colon, es la de Jean Meyer, en su libro: “Esclavos y negreros”, que afirma que en 1493, Colón, en su segundo viaje, no dudó en conducir un cargamento de esclavos al continente americano.

Entre los tripulantes figuraban varios hombres de origen judío, entre los 120 navegantes del primer viaje, no había ningún sacerdote católico.

Trabajo recopilado, ordenado e investigado en varias fuentes, por Lidia Jacubovski, 2004/5.

Cuando llegó a Mallorca la noticia de las matanzas de judíos en Valencia y Sevilla, invadieron el Call, saqueando sus casas y quemándolas y murieron muchos judíos en una anarquía que duró varios días y sobre todo recuperando los documentos de los préstamos.

Volviendo a Mallorca; en 1391, los “payeses y menestrales” gente del campo o del interior, agobiados por los altos impuestos y cansados de los excesos de los nobles, odiando a los judíos por ser ellos los usureros, invadieron la ciudad.
Usurero, en el diccionario dice: “Persona que presta con interés excesivo.” Usura es: “Interés que se lleva por el dinero. Intéres excesivo de un préstamo”. ¿No es eso un Banco?

Cuando llegó a Mallorca la noticia de las matanzas de judíos en Valencia y Sevilla, invadieron el Call, saqueando sus casas y quemándolas y murieron muchos judíos en una anarquía que duró varios días y sobre todo recuperando los documentos de los préstamos.

Después de la persecución y huída, los judíos volvieron, atraídos por el comercio, y otra vez eran numerosos, entonces el Rey Fernando I de Antequera, publicó unas ordenanzas obligándolos a vivir en barrios separados, a distinguirse por el traje y restringir su trato con los cristianos.

Los judíos tenían entonces que habitar en el Call, o sea La Calle, sin poder salir de allí, a no ser para comercializar o temporariamente, El Call Maior y Call Menor.

Sus profesiones eran las de zapateros, joyeros, relojeros y préstamo de dinero, o sea bancarios.
En 1475 se desató otra ola de violencia instigada por una Bula de Benedicto 13, el anti-papa, contra los judíos y en 1474 con la subida al trono de los reyes católicos se puso en marcha la “solución final” de los judíos y musulmanes.

En 1478, se crea el Tribunal de la Inquisición, por una Bula Papal y Torquemada es nombrado Inquisidor General. La Inquisición garantizó una amnistía general y declaró estar dispuesta a recibir a los arrepentidos que se convirtieran al cristianismo. Unos 680 lo hicieron, pagando una considerable multa. La Inquisición no era solo un tribunal religioso, sino también un instrumento del poder estatal que convencieron a los reyes de erradicar todos los males de la sociedad expulsando a los herejes. En el documento de la expulsión, los judíos que no se convertían deberían abandonar España en 4 meses, dejando todos sus bienes.

Para conseguir la unidad civil y política, pensaban los reyes que los súbditos debían profesar una única religión, la cristiana, por lo tanto la religión judía y la musulmana eran un delito contra el Estado. Cerca de 300,000 judíos, el 5 % de la población total, se vio obligada a emigrar al Norte de Africa, al mundo islámico, al imperio Otomano, a Egipto y Palestina y al sur de Francia, Países Bajos, Italia, y Alemania.

Unos 120.000 cruzaron el Tajo y se refugiaron en Portugal, cayendo en una trampa mortal, tendida por el propio rey, Juan II, El Perfecto (1455-1495) que en forma especulativa les ofreció su protección, concediéndoles asilo temporario a cambio de gruesas sumas de dinero, para luego perseguirlos y expulsarlos. En 1509, muchos judios secretos fueron públicamente quemados delante de La Puerta de Jesús, en Palma.

En 1679, cuando descubrieron una sinagoga en una casa de las afueras, varios cientos de judíos fueron condenados por el tribunal a prisión perpetua y sus propiedades confiscadas.

Para escapar a las extorsiones, un número de Chuetas, los más ricos de Palma, decidieron irse de la isla y para ello alquilaron un barco inglés, en el cual embarcaron, pero los vientos los obligaron a volver al puerto de Palma, donde fueron condenados a prisión por 5 años, y en 1691, la Inquisición confiscó sus propiedades, y más de 50 entre ellos, fueron garroteados y después quemados en estacas. Entre ellos el Rab Rafael Valls, su alumno, Benito Terongi, y su hermana Catalina.

En 1755, una lista fue publicada, en donde se mencionaba los nombres y rangos de los condenados a muerte o a la confiscación de propiedad, y fotos también fueron exhibidas en el monasterio Dominicano.

Los rabinos de Mallorca, fueron apresados, torturados, y quemados, entre ellos, los maestros de la Sinagoga de Palma, ante esto los judíos huyeron en pánico hacia las montañas de Lluch y así quedó destruído el Call de Mallorca y la Sinagoga, pero quedaron los “chuetas”, los conversos.

Los “cristianos viejos” eran intocables y no se tenía sospechas de que judaizaban. Eran los “anusin” los conversos forzados, los judeo-cristianos que emigraron a la isla en el siglo 15, en tiempos del obispo Severo de Menorca y estaban integrados en la sociedad de los creyentes de cristo. Los demás, eran despojados de sus bienes, acusados una y otra vez de cripto-judaísmo, acusados de simular la pasión de Jesús en la persona de un esclavo, acusados de raptar niños para beber su sangre, acusados de profanar las hostias sagradas de la eucaristía, o de cumplir el día Sábado. El único mandamiento a la religión judía que les era posible cumplir, era no comer en Iom Kipur.

Los Chuetas sufrieron el tormento de las cárceles del Sto. Oficio, y eran conducidos en dantescas procesiones por las calles de Palma en la semana santa o eran consumidos en la hoguera, en la noche de San Bartolomé que no era otra cosa que un baño de sangre. En 1435 se produce una última y definitiva conversión de los judíos al cristianismo, realizada en la catedral.

Cuando en 1492 los Reyes Católicos instituyen el Tribunal de la Inquisición, en Mallorca ya no había judíos. La función del tribunal era perseguir a los cristianos-nuevos acusados de mantener el judaismo en secreto. Estos seguían viviendo en El Call, tampoco eran bienvenidos en otros lugares. Varios fueron los Autos de Fe realizados por la Inquisición, algunos de ellos durante el siglo 17, en 1645, 1675, 1679 y el último en 1691.

El Tribunal de la Inquisición fue cerrado oficialmente, en 1820, pero aun posteriormente al Concilio Vaticano II, los chuetas eran perseguidos, especialmente en Semana Santa. Después, los chuetas comienzan a integrarse lentamente en la sociedad.

Durante estos actos los condenados eran obligados a vestir una túnica llamada “Sanbenitos” en las cuales estaba grabado el nombre de la familia. Estos sanbenitos eran colgados en la Iglesia de los Dominicanos, con el tiempo, estos se pudrían, entonces el Tribunal del Santo Oficio, que de santo no tenía nada, que era ni más ni menos, un grupo terrorista, pidió que fueran renovados. El Inquisidor de Mallorca decidió que serían renovados, pero solamente los que pertenecían a las personas condenadas en los Autos de Fe a partir de 1675, pero esto fue hecho en 1693, pero no todos los sanbenitos fueron renovados, solamente los pertenecientes a los siguientes 15 apellidos, Arguilo, Boñin, Cortes, Forteza, Fuster, Marti, Miro, Pico, Piña, Pomar, Segura, Tarongi, Valenti, Vallerola, Valls. ¿Por qué solamente estas personas? Porque ellos formaban el grupo de los chuetas, a los cuales la Inquisicion señalaba especialmente.

Si a primera vista parece que el problema era religioso, analizando un poco más en profundidad, podemos percibir el fondo económico y social. Económico porque se trataba de un grupo que, a los ojos de los otros, tenía un alto poder adquisitivo, ya que los judíos eran óptimos comerciantes y administradores. Pero no era un grupo homogéneo, encontramos dos sub-grupos en función del poder económico y social. Los llamados “orelhas altas” que son los aristocráticos, que no vivían dentro del Call, que tenían un alto poder adquisitivo y los llamados “orelhas baixas” que vivían en el Call, con menor poder adquisitivo. Social, porque formaban un grupo que podía ser atacado por las clases altas, cuando era necesario, porque evidentemente alguien tenía que cargar la culpa. El Tribunal de la Inquisición se cerró oficialmente, en 1820, pero aun posteriormente al Concilio Vaticano II, los chuetas eran perseguidos, especialmente en Semana Santa. Después, los chuetas comienzan a integrarse lentamente en la sociedad. En 1873 fueron admitidos en las escuelas públicas, Instituto argentino de cultura islámica, Miquel Ferray Maitorell y otras fuentes sacadas del Internet, recopilado por aunque hasta comienzos del siglo XX no les era permitida su entrada en algunas escuelas religiosas alegando, “La limpieza de sangre”.

Un momento: “Limpieza de sangre? Compañeros, como ven Hitler no tuvo que esforzarse, ya estaba todo dado, solo había que estudiar los archivos de la Inquisición, que tenía todo muy bien documentado. El caso más famoso de discriminación tal vez sea el del presbítero Josep Tarongi, que tuvo que salir de Palma para ordenarse de sacerdote y cuando volvió se le prohibió de oficiar misa en la iglesia de Santo Domingo por ser cristiano-nuevo, eso ya a fines del siglo 19. Durante los siglos 14 y 15 la totalidad de judíos residentes en Baleares fueron obligados a convertirse al cristianismo y a adoptar al mismo tiempo, por via del bautizmo, nombre del santoral y apellido del padrino (un cristiano viejo).

Así, linajes de la aljama o judería como los Cresques, Magalluf o Gabbay fueron sustituídos por otros como Ribas, Arbona o Colom. Otros dos linajes supervivientes a tan drástico cambio, parecen ser Salom y Maimó, muy probablemente de orígen hebreo, como eran los nombres del filósofo Abraham ben Salom y Maimónides. La Inquisición mallorquina primero y la Inquisición española después, desde el siglo 14 al 18, se ensañó primero contra los judíos, luego contra los conversos y después, contra los chuetas o descendientes de conversos. Fueron al final estos últimos, quienes cargaron con el “sanbenito” de todos los demás, es decir, los que llevaban los doce apellidos de la última remesa de cristianos nuevos, apellidos prestados, como en los casos anteriores, de sus padrinos de fuentes: Aguiló, Boñin, Cortés, Forteza, Fuster, Martí, Picó, Piña, Pomar, Rey, Segura y Valls. Los descendientes de Los Chuetas, que hasta hoy día, llevan los nombres de Esos permanecieron, en muchos casos, dentro de la “calle”, en lo que se llamaba también la “platería”, distrito de los joyeros, actividad a la que se dedicaron principalmente, sufriendo en varias ocasiones y una de ellas, ya en pleno siglo 19, las iras populares. En todo tiempo, blanco de las burlas, y objeto de insultos. Son la comunidad étnica más antigua de Mallorca, dice I. Navon, llegaron desde Israel, durante el Imperio Romano, en 1391 y la mayoría se convirtieron al cristianismo, y aun hoy, a pesar de haberse separado del judaísmo cientos de años atrás, se puede todavía percibir un tono de disgusto en los vecinos, que los llaman judíos. Ellos llevan una vida cristiana y comercian el oro y joyas y no ocultan su origen judio.

El Tribunal de la Inquisición fue cerrado oficialmente, en 1820, pero aun posteriormente al Concilio Vaticano II, los chuetas eran perseguidos, especialmente en Semana Santa. Después, los chuetas comienzan a integrarse lentamente en la sociedad.

Durante estos actos los condenados eran obligados a vestir una túnica llamada “Sanbenitos” en las cuales estaba grabado el nombre de la familia. Estos sanbenitos eran colgados en la Iglesia de los Dominicanos, con el tiempo, estos se podrían, entonces el Tribunal del Santo Oficio, que de santo no tenía nada, que era ni más ni menos, un grupo terrorista, pidió que fueran renovados. El Inquisidor de Mallorca decidió que serían renovados, pero solamente los que pertenecían a las personas condenadas en los Autos de Fe a partir de 1675, pero esto fue hecho en 1693, pero no todos los sanbenitos fueron renovados, solamente los pertenecientes a los siguientes 15 apellidos, Arguilo, Boñin, Cortes, Forteza, Fuster, Marti, Miro, Pico, Piña, Pomar, Segura, Tarongi, Valenti, Vallerola, Valls. Porqué solamente estas personas? Porque ellos formaban el grupo de los chuecas, a los cuales la Inquisicion señalaba especialmente.

Si a primera vista parece que el problema era religioso, analizando un poco más en profundidad, podemos percibir el fondo económico y social. Económica porque se trataba de un grupo que, a los ojos de los otros, tenía un alto poder adquisitivo, ya que los judios eran óptimos comerciantes y administradores. Pero no era un grupo homogéneo, encontramos dos sub-grupos en función del poder económico y social. Los llamados “orelhas altas” que son los aristocráticos, que no vivian dentro del Call, que tenían un alto poder adquisitivo y los llamados “orelhas baixas” que vivían en el Call, con menor poder adquisitivo. Social, porque formaban un grupo que podía ser atacado por las clases altas, cuando era necesario, porque claro que álguien tenia que llevar la culpa. El Tribunal de la Inquisición fue cerrado oficialmente, en 1820, pero aun posteriormente al Concilio Vaticano II, los chuetas eran perseguidos, especialmente en Semana Santa. Después, los chuecas comienzan a integrarse lentamente en la sociedad. En 1873 fueron admitidos en las escuelas públicas, Instituto argentino de cultura islámica, Miquel Ferray Maitorell y otras fuentes sacadas del Internet, recopilado por aunque hasta comienzos del siglo XX no les era permitida su entrada en algunas escuelas religiosas alegando, “La limpieza de sangre”.

Un momento: “Limpieza de sangre? Compañeros, como ven Hitler no tuvo que esforzarse, ya estaba todo dado, solo había que estudiar los archivos de la Inquisición, que tenía todo muy bien documentado El caso mas famoso de discriminación tal vez sea el del presbítero Josep Tarongi, que tuvo que salir de Palma para ordenarse de sacerdote y cuando volvió fue prohibido de oficiar misa en la iglesia de Santo Domingo por ser cristiano-nuevo, eso ya a fines del siglo 19. Durante los siglos 14 y 15 la totalidad de judíos residentes en Baleares, fueron obligados a convertirse al cristianismo y a adoptar al mismo tiempo, por via del bautizmo, nombre del santoral y apellido del padrino (un cristiano viejo).

Así, linajes de la aljama o judería como los Cresques, Magalluf o Gabbay fueron sustituídos por otros como Ribas, Arbona o Colom. Otros dos linajes supervivientes a tan drástico cambio, parecen ser Salom y Maimó, muy probablemente de orígen hebreo, como eran los nombres del filósofo Abraham ben Salom y Maimónides. La Inquisición mallorquina primero y la Inquisición española después, desde el siglo 14 al 18, se enzañó primero contra los judíos, luego contra los conversos y después, contra los chuetas o descendientes de conversos. Fueron al final, estos últimos, quienes cargaron con el “sanbenito” de todos los demás, es decir, los que llevaban los doce apellidos de la última remesa de cristianos nuevos, apellidos prestados, como en los casos anteriores, de sus padrinos de fuentes: Aguiló, Boñin, Cortés, Forteza, Fuster, Martí, Picó, Piña, Pomar, Rey, Segura y Valls.Los descendientes de Los Chuetas, que hasta hoy día, llevan los nombres de Esos permanecieron, en muchos casos, dentro de la “calle”, en lo que se llamaba también la “platería”, distrito de los joyeros, actividad a la que se dedicaron principalmente, sufriendo en varias ocasiones y una de ellas, ya en pleno siglo 19, las iras populares. En todo tiempo, blanco de las burlas, y objeto de insultos. Son la comunidad étnica más antigua de Mallorca, dice I. Navon, llegaron desde Israel, durante el Imperio Romano, en 1391 y la mayoría se convirtieron al cristianismo, y aun hoy, a pesar de haberse separado del judaísmo cientos de años atrás, se puede todavía percibir un tono de disgusto en los vecinos, que los llaman judios. Ellos llevan una vida cristiana y comercian el oro y joyas y no ocultan su origen judio.

Los Sefarditas

Los judíos que vivieron en los reinos cristianos de la península Ibérica, al igual que los que vivían en zonas musulmanas, sufrieron grandes persecuciones, pero también vivieron largos periodos de prosperidad y tolerancia, tanto bajo la protección de los reyes cristianos como de los taifas musulmanes.

 

Los judíos españoles fueron a menudo queridos por los monarcas, no precisamente por un amor desinteresado, sino debido a los grandes beneficios que aportaban a las coronas bajo las cuales buscaban protección. Se establecía entonces una relación simbiótica entre la autoridad real y las aljamas. Las comunidades judías servían para repoblar territorios que, tras los avances militares, quedaban baldíos, también aportaban dinero y consejeros al rey, médicos, mercaderes y otros profesionales cualificados a la comunidad, que hacían florecer la economía allí donde se asentaban.

El año 1492 es una fecha fatídica para los judíos españoles, establecidos en nuestra Península muy probablemente desde el año 73 d.C., aunque hay quien afirma que se produjeron los primeros asentamientos tras la primera dispersión realizada por Nabucodonosor II, rey de Babilonia, en el año 587 a.C.

Conversión o expulsión no había otra opción. Algunos abrazaron a Cristo, muchos optaron por el exilio, según el historiador judío Yitzak Baer alrededor de 170.000 sefardíes marcharon en amarga procesión atravesando los reinos de España, que no había cristiano que no hubiese dolor de ellos -nos dice el cura Bernáldez en sus crónicas- en dirección a los puertos marítimos y hacia Portugal, de donde serían expulsados a su vez poco tiempo después.

En los puertos embarcaron hacia el norte de África y los territorios orientales del Imperio Otomano; más tarde se asentaron en Francia, Holanda, Inglaterra, Italia, los Balcanes y otros países europeos.

Los sefardíes adquirieron especial renombre por sus logros intelectuales en el contexto de la cultura judía, baste mencionar a R. Moshe ben Maimón, más conocido como Maimónides o también por sus iniciales: Ramban. Lo podemos considerar como el más grande pensador judío de la Edad Media. Controvertido, levantó pasiones opuestas entre sus seguidores y sus adversarios. La contribución de Maimónides a la evolución del judaísmo le proporcionó el sobrenombre de segundo Moisés. Su gran obra en el campo de la legislación judía es el Mishneh Torah, desarrollada en 14 libros y escrita en hebreo (1170-1180), que siguió modificando hasta su muerte. Además, formuló los Trece artículos de fe, uno de los diversos credos a los que numerosos judíos ortodoxos todavía se adhieren. Está reconocido como el filósofo judío más importante de la edad media.

También se caracterizan los sefardíes por su tradicional lengua vernácula, el ladino, y por su fidelidad a la práctica ritual de la tradición babilónica, en contraposición a las tradiciones palestinas y la lengua yiddish conservadas por los askenazis.

Actualmente los sefardíes suponen un 60% de la población judía en el mundo, entre la que cabe destacar la comunidad establecida en Marruecos y las de las ciudades españolas del norte de África Ceuta y Melilla.

Los historiadores no creen que España albergara a más de 400.000 judíos sefardíes en 1492, y encima los Reyes Católicos expulsaron ese año a casi la mitad. Pero los cromosomas cuentan otra historia. Nada menos que el 20% de la población ibérica actual desciende de sefardíes. Si siguen aquí, es que nunca se marcharon. El estudio revela “un alto nivel de conversión”, según sus autores

Los estudios genéticos se han aplicado hasta ahora a los grandes flujos migratorios prehistóricos, pero aún hay mucho margen para ampliar su resolución -estudiando a más personas en cada zona geográfica- e iluminar episodios más recientes, como las invasiones, migraciones y otros movimientos de población registrados en la historia.

En la Península han coincidido durante largos periodos históricos dos poblaciones, los musulmanes norteafricanos y los judíos sefardíes, que tienen unos orígenes geográficos muy distintos, y que por ello pueden rastrearse fácilmente con marcadores genéticos como los asociados al cromosoma Y. Como sólo se transmite por línea paterna, su rastro no se diluye con el paso de los milenios.

Un consorcio de científicos británicos, españoles, portugueses, franceses e israelíes ha analizado a 1.140 hombres de 18 poblaciones de la península y las Islas Baleares. El resultado es una proporción más alta de lo esperado sobre todo de judíos sefardíes (20%).

Estos datos revelan, según los autores, “un alto nivel de conversión, voluntaria o forzosa, impulsada por episodios históricos de intolerancia social y religiosa, y que condujo a la integración de los descendientes”. Los resultados se presentan hoy en el American Journal of Human Genetics.

Los 15 kilómetros de agua del Estrecho de Gibraltar nunca han sido un buen aliado de la pureza etnica ibérica. El primer contacto registrado históricamente fue el cruce desde Marruecos de un ejército árabe y bereber en el 711.
La población de la península antes del 711 era de unos siete u ocho millones de personas, y unos 200.000 visigodos constituían la clase dominante. Las fuerzas invasoras no sumaban más de 10.000 o 15.000 personas inicialmente.

Los judíos ya estaban en la península antes del 711. Muchos llegaron desde Oriente Próximo, como ciudadanos libres o esclavos romanos, tras la derrota de Judea en el año 70. Su población se estimaba en unos 400.000 en 1492, cuando 160.000 fueron expulsados por los Reyes Católicos. Se supone que la población actual de sefardíes en todo el mundo es de unos dos millones de personas. Pero sólo los descendientes españoles de sefardíes, según los nuevos datos, suman ocho millones.

Los cromosomas de origen sefardí, aparecen distribuidos por el territorio de forma homogénea, con la excepción del noreste de Castilla, Cataluña y los Pirineos, donde su frecuencia es muy baja.

 

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